El aula creativa, ¿Realidad o ficción?

El aula creativa, ¿Realidad o ficción?

Se está hablando mucho últimamente sobre este modelo de organizar el aula. Estudios de la Unión Europea y expertos en Educación de la Universidad Autónoma de Barcelona y Aula Planeta vaticinan que antes de 2020 las aulas de nuestros alumnos presentarán un panorama completamente diferente, con metodologías enfocadas a un aprendizaje más activo y colaborativo y un modelo de aula más acorde con la realidad de los alumnos fuera de ellas.


Se refieren al "aula creativa", un modelo de aprendizaje donde el aula se divide en diferentes espacios o escenarios, según las actividades que se vayan a realizar. En ella encontramos un espacio de presentación, donde el profesor imparte la lección (lo que entendemos por clase magistral), un espacio de interacción para debatir y dialogar, un espacio de investigación dónde descubrir, otro de creación para inventar y ensayar, un espacio de intercambio, es decir, un lugar de aprendizaje conjunto, resolver dudas y ayudarse mutuamente junto con el profesor y por último, un espacio de desarrollo dónde planificar acciones y proyectos. Pudiéndose resumir en tres realmente, uno primero de exposición que incluye la presentación, el debate, el diálogo y la interacción, un segundo de estudio y ejercitación donde se trabaja y se investiga y por último un tercero de creación dónde inventar y explorar.


En la teoría todo parece perfecto y realizable pero de facto, si vemos la realidad de las aulas nos podremos dar cuenta de que es un poco utópico. Teniendo en cuenta que las últimas reformas educativas amplían la ratio de alumnos por aula, se hace un poco imposible que se pueda cambiar la disposición de los alumnos o moverlos por ella en el transcurso de la o las clases, debido al hacinamiento que padecen. Quizá sea más fácil en niveles inferiores, como preescolar o primeros cursos de primaria dónde son pocos alumnos por aula, aunque en preescolar, modelos parecidos ya se vienen desarrollando hace años. Pero cuando se tienen a 25 o 30 alumnos, hombro con hombro, en unas mesas minúsculas, sin apenas espacio para respirar, organizar el aula en espacios parece como un sueño. Quizá en vez de espacios se podría hablar de momentos, o desarrollar mecanismos para según el momento dedicarse a una tarea u otra. Aunque esto último también forma parte de la metodología que debe seguir un buen profesor y se da por hecho que se lleva a cabo en las aulas.


No obstante, este modelo de aula creativa no se refiere únicamente a la división del aula en espacios sino a la introducción de manera clara de las TICS en el aula. Existen múltiples estudios al respecto, y experiencias comprobadas como por ejemplo la desarrollada por Itec (Innovative Technologies for Engaging Classrooms www.itec.eun.org) en diferentes países y con ayuda de ministerios de educación y profesores. Experiencias como esta mencionada, que muestran los grandes beneficios que un modelo más interactivo, personalizado, colaborativo y atractivo podría tener en nuestros alumnos, sobretodo y lo que creo más importante, fomentando la motivación. Pero si volvemos la mirada otra vez a las aulas, nos podremos dar cuenta de que este modelo está alejado de nuestra realidad. Si bien ahora las aulas ya suelen contar con ordenador propio y conexión a internet por wifi de alta calidad y proyector (pero no un proyector por centro, ¡uno por aula!) no disponen de las famosas pizarras interactivas, la disposición de las mesas continua siendo la adecuada para el seguimiento de una clase magistral y no para el desenvolvimiento de proyectos colaborativos o un aprendizaje más empático. Entiéndase que en esto me refiero a centros públicos. Además, si a ello sumamos el pesado curriculum escolar, año tras año incrementado con más temas en menos tiempo, más exámenes (como las reválidas, primando la memorística a la experimentación y al aprendizaje significativo) y la dejadez que padece nuestra educación día tras día afectada con los recortes, nos damos cuenta de que quizá hablar de 2020 era una fecha bastante optimista.


Pese a ello, no debemos desistir y luchar porque todo ello se consiga, se han dado pequeños pasos, pero la tecnología en las aulas dista mucho del uso que los alumnos realizan de ella fuera de los centros. Cuando su desarrollo y uso debería ir parejo. No podemos pretender que un alumno que se pasa gran parte de su tiempo del día pegado a la pantalla de su ordenador o tablet con múltiples funciones interactivas y posibilidades de elección, se encuentre motivado siguiendo una clase donde no se tenga en cuenta su experiencia ni su visión, y actúe como un sujeto pasivo a la explicación de un profesor/a que mantenga un discurso unidireccional (aunque este esté apoyado por powerpoints) y quieto en una silla durante más de 6 horas al día.


Otro modelo de aula y de metodología es posible, lo recogen los expertos, y lo demuestran los estudios y los proyectos. En nuestra mano está el querer que nuestra realidad se acerque a esa que por ahora solo está sobre pantalla (ya no sobre papel).


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